MORIR DE ÉXITO. O como quedar en el intento
Lo primero decir que este post es copiado, pero lo cierto es que me ha resultado muy llamativo tanto el título como lo que quiere decir en lo que pienso que lleva razón.



Cuando uno se adentra en el mundo empresarial se harta de escuchar una frase: hay que renovarse constantemente. “Constantemente” tiene un significado muy claro: en el día a día. Pero uno de los grandes enemigos de la renovación es el ÉXITO. ¿Cuántos exitosos emprendedores que se sumaron con toda la ilusión al boom del ladrillo están ahora en concurso de acreedores? Fueron personas que entraron en el mundo empresarial justo en el momento en el que las cosas iban bien para todos, y “la corriente” les arrastró al éxito. El éxito genera una sensación tremendamente gratificante y no negaré yo a nadie su derecho a disfrutar de su minuto de gloria, ese momento que todos nos merecemos para recrearnos en la felicidad que producen las cosas bien hechas y disfrutar del fruto de ese buen trabajo.
Lo malo es que los resultados económicos son como una balanza de dos platillos, y mucha gente se olvida del que pone “fracaso”. Cuando a alguien le van bien las cosas es normal que crea haber encontrado el camino correcto. Si además de eso, los resultados se repiten 3 ó 4 años seguidos, se cree tener el control absoluto sobre el negocio y cree haber encontrado la fórmula secreta para ganar dinero año tras año: “¡¡Qué buen empresario soy!! ¡¡Qué bien sé hacer las cosas!! ¿Cómo no habría yo empezado esto mucho antes?”

Lo que quiero transmitir en el día de hoy es que todos los negocios están condicionados por el ENTORNO y nunca podemos perderlo de vista. El entorno es “juez fantasma” que decide quien se queda en el sendero y quien llega al final. Los empresarios deben hacer las oportunas adaptaciones para no quedarse fuera de juego, ¡¡incluso cuando tienen éxito!!. Esas adaptaciones son las “renovaciones constantes” que aludí al principio y la mayor “barrera” para llevarlas a cabo radica en que el éxito distorsiona la realidad y hace creer a muchos empresarios que los buenos resultados se deben a su gestión y ya serán eternos si repiten la estrategia año tras año. “Se duermen en los laureles” y cuando despiertan descubren con pavor que esos laureles se convirtieron en punzantes cactus.
Por contra, los buenos empresarios están constantemente vigilando el entorno, sin importarles para nada qué grado de éxito tienen en cada momento. Les preocupa el futuro y solamente se recrean en el presente el tiempo justo para tomar nota de en donde están. Los empresarios mediocres van a remolque de las circunstancias. Se miran el ombligo día a día, con despreocupación; se relajan, disfrutan de sus logros instantáneos, subestiman los flujos de caja (“¿para qué voy a preocuparme si el dinero entra a granel en la registradora?”), subestiman la gestión de los RR.HH. (“¿para qué voy a preocuparme por motivar y formar a los empleados si ya me va muy bien tal y como lo hago ahora?”), etc. etc. etc. Solamente actúan cuando se ven obligados a ello y esto sucede, generalmente, cuando ya no queda más remedio. Y encima lo hacen tarde y mal, porque quien vive del éxito y cree que controla plenamente su negocio, no suele valorar adecuadamente las primeras señales de alerta que le lanza el mercado.
En conclusión: ¡¡ ojo al éxito !! Es la primera señal de alerta que nos debe forzar a NO relajarnos. Si nos dejamos llevar por la gratificante sensación que genera, a vuelta de la esquina estaremos muertos: ¡¡de éxito!!

Gracias por leerme,Patricia
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